La selección de las diferentes técnicas e instrumentos de evaluación deberá efectuarse considerando la mayor variedad posible de las estrategias evaluativas, a fin de seleccionar las más pertinentes, convenientes y factibles para evaluar la competencia u objetivo que se aspira alcance el estudiante de acuerdo a los criterios e indicadores del cual se parte en relación con los niveles y modalidades del sistema educativo.
Los alumnos poseen diversas formas para demostrar lo aprendido; es decir, sus construcciones. Hay niños que lo hacen de manera escrita o simbólica (letras, signos, números), otros de manera gráfica (dibujos, mapas, gráficos), en forma oral (exposiciones, diálogos) y gestual (dramatizaciones, mímicas).
De allí, parte la finalidad primordial de la evaluación, la cual está dirigida al mejoramiento del aprendizaje del estudiante y al énfasis de los procesos, entonces como docentes debemos seleccionar técnicas e instrumentos de evaluación que contribuyan a garantizar la construcción del aprendizaje de nuestros alumnos.
Asumiendo la evaluación dentro del marco de la IV generación se emplean instrumentos de evaluación menos informales. Entendiendo por informales la utilización de técnicas e instrumentos basados en la observación y registro de los hechos, tal y como van sucediendo en la realidad, con la finalidad de tener una visión más holística y variada, que permita hacerle seguimiento a la complejidad de los procesos de enseñanza- aprendizaje.
Esta concepción evaluativa no descarta la posibilidad del uso de las pruebas (exámenes), específicamente “la objetiva”, de acuerdo al nivel (grado) o modalidad en el cual está ubicado el alumno. Pero debemos de tener en cuenta, que pensar sólo en el uso de las pruebas como único instrumento evaluativo no es beneficioso para nosotros como docentes y mucho menos para los alumnos. Lo que sí es cierto es que no podemos desvincularlo de los ítems o preguntas que contiene esta prueba.
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